lunes, 20 de septiembre de 2010

Observatorio Republicano: Documento Fundacional

1.      Fundamentos

La política uruguaya vive hoy un momento crucial. Con el estreno de un gobierno de izquierda en el año 2005, y la renovación de sus mandatos mayoritarios en los comicios del 2009, los principales actores del escenario político nacional han venido ejerciendo, tras un decenio largo de dictadura militar, las más altas responsabilidades gubernativas, viéndose expuestos al juicio ciudadano sobre sus efectivos recursos cívicos y sus competencias gerenciales. Y si bien esta realidad ha servido para proporcionar mayor densidad y pluralidad a las trayectorias políticas de la democracia uruguaya, permitiendo que los dictámenes ciudadanos se sustenten en desempeños tangibles a nivel de las más altas investiduras políticas, también contiene el peligro de incrementar las cuotas de decepción o de incredulidad respecto al sistema político en su conjunto.

Además, aunque las estructuras políticas uruguayas disfruten hoy de altos niveles de adhesión ciudadana (de los más elevados de la región, si nos atenemos a las encuestas de opinión comparadas), los desempeños gubernativos posteriores al ciclo dictatorial no han dejado de exhibir severas dificultades para recomponer un desgarrado tejido social o para reglamentar la vida en común. Lo cual tiende a alimentar las clásicas aversiones del sentido común al mundo de “los políticos”, abonadas por una amplia gama de discursos eruditos o mediáticos, empeñados en reducir los asuntos políticos a cuestiones de cálculo estratégico, al manejo eficaz de recursos de poder, cuando no, a decisiones técnicas o expertas.

En este contexto, incluso, no sólo los actores políticos deben dar lo mejor de sí mismos, teniendo que velar por el buen funcionamiento de las instituciones democráticas y por la calidad de sus actuaciones ante exigentes públicos ciudadanos. También los estudios académicos de la política deben ponerse a la altura de las circunstancias, prestando debida atención a sus fundamentos epistémicos y a sus responsabilidades públicas, renovando sus compromisos con un saber plural y crítico, actualizando, en suma, sus títulos de idoneidad científica y sus aportes al debate político nacional.

Tales exigencias se inscriben, además, en un tiempo que debería ser el de una significativa renovación de las metas que animaran los tiempos fundacionales de la Ciencia Política académica en el Uruguay. En efecto, habiéndose cumplido ya una fecunda etapa de acumulación de un saber conceptualmente depurado y empíricamente robusto sobre la vida política nacional, sobre sus actores e instituciones gubernativas, sobre sus políticas públicas y la cultura política local, de suyo indispensable para cualquier diagnóstico bien fundado sobre las prácticas políticas corrientes; y habiéndose alcanzado, inclusive, la meta de dignificar, ante otras disciplinas sociales, el conocimiento de las cosas políticas mismas, atrayendo las más diversas miradas, profanas y eruditas, hacia un saber político especializado, corresponde ahora abordar otros retos académicos, que redunden, como en el pasado, en valiosos logros investigativos y en señeros aportes a los debates ciudadanos. 

Sin menoscabo, entonces, del trabajo descriptivo y explicativo de los cursos históricamente dados del acontecer político local, el momento parece oportuno para abordar otras dimensiones prácticas de nuestros estudios políticos, con vistas a habilitar nuevos caminos de análisis y de evaluación de las virtudes y defectos de la vida política nacional, continuando la sobria tarea indagatoria de Carlos Real de Azúa, uno de los pioneros de la ciencia política en el Uruguay, quien se consagrara a revelar, con rigor conceptual y probidad empírica, “las grietas en el muro” de la democracia doméstica. Se trata, en todo caso, de discutir, a la luz de novedosos intereses investigativos, las tipificaciones más corrientes del sistema político uruguayo, de revisar nuestros diagnósticos convencionales sobre los fundamentos y los desvíos históricos de la empresa política nacional, avanzando en una mejor comprensión de los acervos y límites –históricos y conceptuales– de nuestras tradiciones políticas.

Ahora bien, el examen crítico de nuestras nociones políticas corrientes, de nuestros juicios sobre la democracia vernácula, sobre sus trasfondos socio-económicos y sus performances gubernativas, no parece académicamente viable, ni públicamente pertinente, de no mediar un pensamiento de la política que capture sus sentidos más sustanciales y sus significados más relevantes. Más precisamente, el esfuerzo por calibrar las reservas cívicas, la calidad democrática y el futuro político del Uruguay, reclama una visión de la política que, de una parte, la distinga, en su condición de práctica legitimadora de fines y bienes públicos, de las meras decisiones de mando o de las conductas libradas a estrechos cálculos estratégicos, y de otra, realce su carácter de actividad facultada para desafiar realidades establecidas, para emplazar dominios arbitrarios, garantizar legítimos derechos y reparar injusticias sociales. De una manera o de otra, la cuestión es contar con un punto de vista epistémico que permita medir las capacidades de la política uruguaya para romper los cursos monótonos de las contiendas sociales, para desmontar estructuras de poder y resolver problemas gravitantes de la vida en común.

En base a estas consideraciones, en parte políticas, y en parte académicas, hemos resuelto crear, en el seno del Instituto de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la UDELAR, un Observatorio Republicano, cuyo objetivo principal es impulsar una reflexión objetiva y crítica sobre la vida política nacional, sobre sus recursos cívicos, sus fundamentos institucionales y sus logros gubernativos. Se trata de pasar revista a las reservas de la política uruguaya para enfrentar y resolver problemas apremiantes o que merezcan una atenta consideración ciudadana, más allá de las urgencias del momento. La idea es someter tales problemas a una genuina reflexión común, a una discusión abierta y sistemática, sensible a todos los aportes y testimonios relevantes, dirigida a fortalecer las más diversas prácticas de autogobierno, vale decir, de control público y ciudadano, normativo y experimental, de las apuestas colectivas.

El Observatorio Republicano pondrá igual énfasis en el lado procedimental y sustantivo de la vida política nacional. Las cuestiones procedimentales no sólo refieren, por cierto, a la integridad inclusiva o equitativa del tratamiento público de los asuntos colectivos, pues abarcan también la calidad deliberativa de dicho tratamiento, el cumplimiento efectivo de un intercambio discursivo o argumental, recíprocamente dirigido, tendiente a favorecer una indagación común, donde tengan cabida una genuina reversibilidad de las posiciones enfrentadas y una clara iluminación de los disensos públicos más productivos. A su vez, las cuestiones sustantivas remiten a la legitimidad, más que a la legalidad, del trámite de los asuntos colectivos, llamándonos a considerar los principios y juicios justificativos de las decisiones o normativas vinculantes, la distribución de costos y beneficios que estas encierran, la estructura de derechos y deberes, de oportunidades e incentivos que ellas propician, junto a las fórmulas pertinentes de articulación de los intereses fundamentales y contingentes de los distintos sectores sociales o de la sociedad en su conjunto. En suma, nuestra perspectiva indagatoria apunta a favorecer una reflexión sistemática y profunda sobre los principios procesales y los contenidos sustanciales del debate político nacional.

Por otra parte, la plataforma de indagación del Observatorio Republicano vendría a arrojar otros réditos prácticos, pues en su horizonte de discusión está prevista la consideración exhaustiva del quantum de verdad y corrección normativa imputable a las partes involucradas en los procesos políticos, así como el grado de autonomía y responsabilidad pública con que los actores políticos, los administradores públicos, los magistrados, los sindicatos, las corporaciones gremiales, las asociaciones civiles y religiosas, los medios de comunicación y los ciudadanos comunes abordan sus asuntos y justifican sus actos. En todo caso, en cada circunstancia litigiosa se trata de aislar las justificaciones normativas y las consideraciones objetivas de las meras posiciones calculadoras y de las racionalizaciones de intereses auto-referidos, neutralizando los lenguajes incompatibles con las justificaciones ciudadanas de un accionar común o vinculante, evitando caer, en una palabra, en los rumbos contingentes de una “democracia ciega”.

El punto merece destacarse, porque estos asuntos suelen concitar escasa atención en el medio local, debido, en parte, al escepticismo valorativo que rodea las discrepancias y diferencias en el seno de las sociedades pluralistas modernas, y en parte también, a una arraigada propensión vernácula a priorizar las cuestiones políticas procesales, las restricciones prudenciales, los equilibrios de poder y los impactos estratégicos de las decisiones colectivas, en desmedro del tratamiento públicamente exigente del contenido de los asuntos mismos, de las erogaciones justificativas de los actores públicos, de sus razones para legitimar u objetar el ejercicio del poder común en una determinada dirección.

De ahí nuestro interés por rescatar y promover escenarios deliberativos que revelen la textura moral y política de nuestras divisorias colectivas, que no sólo reflejen las interlocuciones adversativas, inherentes a la economía informativa y comunicacional de cualquier conflicto público, ni tampoco se agoten en el cotejo estéril de valoraciones heterogéneas o inconmensurables, propias de un pluralismo fragmentario, cerrado a una indagación común, sino que contemplen también las prácticas de mayor valor dialógico o argumental. Quizás, dicha reflexión venga a fortalecer –si se nos permite una conjetura algo sumaria, por no decir, extrema– una democracia que, pese a disfrutar aún de fuertes lealtades ciudadanas y de un avanzado estadio de civilización política, no ha dejado de evidenciar, de un buen tiempo a esta parte, la ausencia de robustas apoyaturas doctas y de ambiciosos activismos discursivos o argumentales.

El rótulo de Observatorio Republicano que denomina esta iniciativa, responde a dos razones básicas. La primera es que se trata de una plataforma de observación de la realidad política nacional, análoga a las restantes actividades empíricamente orientadas del Instituto de Ciencia Política, destinada a reunir datos e informaciones relevantes para el estudio especializado de la política y para el debate político nacional. La segunda razón, remite al predicado republicano de esta perspectiva indagatoria, el cual evidencia un marcado interés −normativo o evaluativo− por calibrar la calidad política, cívica e institucional de nuestra res publica, en un marco democrático y pluralista, en estrecho contacto con la región y el mundo. 

Recuérdese que la idea de república no sólo reivindica los poderes ciudadanos, directos o asamblearios, representativos o divididos, frente a los títulos gubernativos monárquicos o señoriales, sino que contiene también una ancestral ambición por resolver los asuntos comunes entre muchos o entre todos, defendiendo, con singular énfasis doctrinario, la causa de la política, sus códigos de justicia o de racionalidad práctica, sus intrínsecos valores interactivos y sus atributos procesales para resolver problemas sustanciales de la vida social, aunando la dimensión controversial de las decisiones colectivas a los más firmes cursos de acción común. Es más, la tradición republicana reivindica, acaso como ninguna otra, las capacidades de las comunidades políticas para gobernar sus asuntos y dirigir racionalmente sus destinos, sin certezas absolutas ni verdades tuteladoras, sino valiéndose del cotejo público y ciudadano, deliberativo y experimental, de sus apuestas colectivas.

Sin pretender subsumir, entonces, los diversos tratamientos teóricos y prácticos de la vida política en el actual revival académico del republicanismo, ni confundir tampoco la tradición de las repúblicas (ciertamente variada en el plano conceptual e histórico, al igual que sus demás congéneres), con alguna variante opresiva de perfeccionismo cívico o con alguna defensa a ultranza de una razón política soberana, trascendente de divisorias públicas, desconocedora de los valores y vivencias de las prácticas societarias, aquí invocamos el predicado republicano de la política como señera marca identitaria de nuestro doble empeño por enaltecer los mayores hitos de la trayectoria política nacional y por valorizar los recursos cognitivos e institucionales disponibles en nuestras culturas públicas, y fuera de fronteras. En síntesis, el adjetivo republicano de este observatorio designa dos intencionalidades básicas: primero, hacer frente, con espíritu crítico y reflexivo, a nuestras mayores encrucijadas políticas, y segundo, iluminar los factores que nos impiden ejercer una autoridad común sobre nuestros asuntos.

2.         Propósitos

En primer lugar, el Observatorio Republicano procurará abordar el examen de los hechos políticos corrientes con la mira puesta en los antecedentes de más larga data, relacionándolos con las memorias comunes, con los relatos y alineamientos ciudadanos de mayor arraigo público, confrontándolos con los más decantados acervos historiográficos, con las explicaciones causales y los juicios valorativos que más luz arrojen sobre las alternativas en juego y los cursos de acción disponibles en cada circunstancia considerada. Se trata de jerarquizar, en todo caso, las relaciones existentes entre los cursos inmediatos de los asuntos comunes y los sentidos más significativos de la vida política nacional, incluyendo, entre estas referencias de fondo, a las más fecundas tradiciones cívicas y democráticas del país. Sin olvidar, claro está, los retos provenientes del exterior, los avances y desafíos del “afuera” con respecto a las certidumbres y tradiciones del mundo local, dando cuenta del debido contraste, si se quiere, entre las creencias y mandatos generales de conducta y la independencia de juicio para actuar en situaciones concretas.

En segundo lugar, el Observatorio Republicano aspira a llevar a cabo una indagación aperturista del debate político nacional, en dos sentidos igualmente relevantes: por un lado, rindiendo honor al saludable ejercicio de la controversia y la discrepancia política, y por otro, examinando los posibles desbloqueos del habla confrontacional, reconociendo en sus justos términos las voces públicas dispuestas a situar los discursos antagonistas y el ejercicio adversativo de las libertades democráticas en un terreno de reflexión común, de respeto público a las diferencias y de reciprocidad dialogal. La cuestión es escapar, en todo caso, a la crónica fugaz de los enfrentamientos políticos contingentes, al mero recuento de posiciones auto-afirmativas o a la monótona contabilidad de imposiciones y bloqueos de poder. Más que reflejar, en fin de cuentas, un status quo de divisorias inertes, o que abogar, en el otro extremo, por una quimérica república indivisible, nos interesa iluminar nuestras legítimas fuentes de desacuerdo, junto a los esfuerzos racionales por sostener –o desbloquear– una democracia que aspire a ser inclusiva y dialogante a la vez.

En tercer lugar, el Observatorio Republicano tendrá el cometido de registrar y, por ende, de jerarquizar, las prácticas ciudadanas que, dentro y fuera de la política convencional (gubernativa o estatal), alienten una conversación pública abierta a todos los temas y a todas las voces, que habiliten genuinos compromisos o distanciamientos críticos con los cursos experimentales de las políticas públicas, abonando firmes discernimientos ciudadanos sobre los éxitos y fracasos gubernativos. En tal sentido, es propósito de este observatorio resaltar las pretensiones más generales o comprensivas, en desmedro de los criterios de éxito de una racionalidad medios-fines, de las elecciones calculadas, de las estrategias tendientes a obtener resultados predeterminados o alojados, por el agente político o el observador, en el terreno de una irreductible conflictividad o de una ciega indecibilidad normativa. Una vez más, nuestro objetivo es rastrear y realzar una praxis pública de impronta republicana, sensible a la integridad cívica de los agentes políticos, a sus identidades públicamente construidas y a sus genuinos intercambios deliberativos.

3.         Campos de indagación

Ciertamente, no es tanto la enumeración de una serie de objetos dados a un observador neutral o desencarnado lo que nos interesa resaltar aquí (de suyo incompatible con el saludable perspectivismo epistemológico de la Ciencia Política), sino asumir, más bien, un punto de vista que permita recortar, en el universo indeterminado y contingente de los hechos políticos, un espectro de asuntos dignos de concitar un genuino interés público, de integrar, de pleno derecho, los discursos descriptivos y explicativos, normativos y prescriptivos de la vida política nacional. Por consiguiente, los temas de este observatorio serán seleccionados conforme a la relevancia republicana, por así decirlo, de sus contenidos, en función de las enseñanzas ciudadanas que los mismos arrojen, en virtud de su potencial para activar los poderes gubernativos de la democracia y promover relevantes regulaciones públicas.

El campo referencial de esta plataforma de trabajo abarcará así una gran amplitud de objetos: desde los debates ciudadanos promovidos por el orden del día gubernativo, hasta los procesos de formación de opinión y de activación de decisiones vinculantes en los más variados ámbitos públicos (nacionales y regionales, cívicos y judiciales, en sedes partidarias y gremiales, en el Estado y la sociedad civil), pasando por la consideración de agendas descartadas por la política competitiva o por los medios de comunicación de masas, cuyos temas quizás no conciten una audiencia pública inmediata, ni deparen grandes rendimientos electorales, pero merezcan igualmente someterse a un juicio objetivo sobre su valor y significación pública, ya sea acordando una debida atención a su relevancia republicana, a la validez de determinados intereses o reclamos marginados por la corriente principal de las urgencias colectivas, ya sea considerando el punto de vista de observadores imparciales o externos a la política local, ajenos a las autocomplacencias, a los cálculos inmediatistas o de poder de los actores políticos domésticos.

Los trabajos del Observatorio Republicano dispensarán así un trato igual a la política y a las políticas públicas, deteniéndose en las condiciones legitimantes de las diversas voluntades y finalidades públicas, y en los asuntos mismos, en los trámites de discusión y de aceptación de proposiciones y pretensiones tendientes a movilizar opiniones públicas o a promover decisiones de autoridad. Los temas o asuntos podrán ser así retrospectivos o prospectivos, institucionales o gubernativos, locales o internacionales, pero en cualquier caso, serán considerados desde una perspectiva ciudadana, atendiendo a las erogaciones justificativas que ellos demanden, alentando un “careo adecuado” de las posiciones contrapuestas, registrando debidamente las posibles mejoras públicas de las preferencias u orientaciones en cuestión, escrutando, en fin, la eventual superación o asimilación de las objeciones recíprocas entre las partes.

Por último, de este horizonte de discusión no estarán exentos los temas teóricos o estrictamente académicos, motivados por un interés cognitivo, epistémico o metodológico. Quizás, algunos de estos temas estén relacionados con los modos de interpretar o de explicar la realidad política, mientras que otros se vinculen con las formas de subsumir la contingencia política en fundamentos racionales o predecibles. Pero de cualquier forma, desde esta otra perspectiva de trabajo, interna a las conexiones teórico-prácticas entre conocimiento y política, nuestra intención es articular el tratamiento académico de las agendas públicas con el examen crítico de las teorías y métodos más frecuentados en la Ciencia Política. Este observatorio procurará así contribuir, en la medida de sus posibilidades, al desarrollo de una robusta comunidad politológica, cuya saludable pluralidad de temas, de intereses y métodos de investigación venga abonada por una permanente auto-reflexión crítica, por un amplio diálogo epistémico y rigurosos intercambios interdisciplinarios.

4.         Actividades y métodos de trabajo

El campo de tareas del Observatorio Republicano exige reunir un amplio abanico de colaboraciones académicas, algunas de ellas internas y otras externas al Instituto de Ciencia Política. En tal sentido, será menester acudir al concurso de investigadores ampliamente calificados, llamados a contribuir, desde sus diversas especializaciones disciplinarias, al buen desarrollo de esta iniciativa. Incluso, esperamos contar con la participación de un variado espectro de actores públicos, políticos y sociales, motivados por inquietudes similares a las aquí expuestas, interesados en ofrecer, desde sus respectivas posiciones públicas, un tratamiento crítico y responsable de los problemas políticos más candentes o dignos de la mayor atención ciudadana, examinándolos a la luz de nuestra biografía política y con arreglo a las más firmes guías de observación y reflexión de la Ciencia Política.

El Observatorio Republicano tendrá así a su cargo la organización de Mesas de Reflexión y Debate, junto a la realización de Foros Académicos. Se trata de actividades en las que participarán panelistas y comentaristas invitados, abiertas a todos los interesados y al público en general, cuyos contenidos serán difundidos a través de un sitio en internet. En su página on line, en efecto, el Observatorio Republicano dará a conocer sus actividades y las que concuerden con sus objetivos, editando documentos y textos relacionados con sus encuentros, publicando entrevistas, reseñas de textos y comentarios relevantes, difundiendo colaboraciones del exterior y noticias de interés.